españolPasear por las calles de Estella-Lizarra sin un rumbo determinado, hacerlo por el gusto de caminar, redescubriendo la silueta de una ciudad que sigue escondiendo secretos, es un placer al alcance de todos aquellos que conocen el lenguaje de la historia. En ese deambular, es fácil y muy agradable, encontrarse con Julián. Entonces habrá un saludo, una sonrisa y con un poco de suerte un trayecto compartido entre palabras pausadas, con el ritmo sosegado de quien hizo de la prisa patrimonio de otro espacio. Recorrer Estella en la compañía del autor de este libro permite acostumbrarse al pulso de una nueva cadencia, porque Julián camina despacio, no diré que lentamente ya que a su lado el tiempo sigue siendo el de hoy.
Dijo Víctor Hugo que la melancolía es la alegría de estar triste, sin embargo en estas páginas es el recuerdo quien disputa el territorio de la tristeza y apenas deja hueco a otra emoción que no sea la de la propia memoria rescatada. Traer al presente esas sensaciones, está solo al alcance de quien escribe de verdad. Julián Ruiz no hace concesiones a la nostalgia, no se deja equivocar, porque sabe que cualquier momento pasado nunca fue mejor, tampoco lo fue peor, en todo caso fue, y ahora es rescatado de manera sincera.
Con el peso de todo lo vivido, pero con un latido actual, vamos a despejar las nieblas del olvido y así perfilar esa otra Estella, la que está más allá de la vieja Lizarra. Aquella que reposa evocada en un momento actual. Porque hubo otra ciudad y está redactada en las páginas blancas de este libro. Un libro ilustrado en el trazo poético de Daniel Albors, en la letra precisa, preciosa y singular de uno de sus hijos, capaz de hacerla regresar hasta nosotros. Por eso esta publicación tiene un alma y un lugar; el que está entre el corazón y la memoria.
Juan Andrés Pastor
