La princesa Dandelion, encerrada entre las gruesas piedras de la torre erigida en medio del bosque del faisán, rememora cómo era su vida antes del aislamiento. ¿Qué hizo para acabar así? Aunque, a decir verdad, la libertad no es lo que más echa de menos… Hay algo en su interior, como si ella misma fuera su prisión, que grita y reclama un lugar en el mundo.
Mientras toca el arpa, la princesa recuerda.
«¿Podrás verme de nuevo? Me lo pregunto todos los días, desde el alba hasta el ocaso. La noche aquí es demasiado silenciosa. Se oyen grillos y búhos, grititos ahogados de ratones que son destripados, lechuzas, y, si agudizas mucho el oído, puedes escuchar un extraño murmullo que procede —creo— de la cascada que se encuentra en el interior de la montaña, justo detrás de esta torre. Es como si un antiguo dios del viento soplara de forma ininterrumpida (ahora mismo me tacharían de pagana) a través de grutas plateadas. Es el misterio que se oculta en la montaña, aunque es el que menos me preocupa desde que vivo aquí».