Si alzas tu mirada y contemplas el cielo nocturno, podrás ver miles de estrellas. Algunas parpadean y otras se mantienen firmes. Es posible que muchas de ellas ya no existan, pero tú las puedes ver, como si fuera un regalo: estás observando el pasado.
Quizá distingas algo en el interior de ese tapiz moteado de luz, un punto que brilla leve, rosado. Si eres capaz de aislarlo, sabrás que no es una estrella. Ese pasado es una fortaleza que vaga por el espacio. Alejado de toda superficie terrestre, el castillo nada entre las rocas de plasma.
Ese castillo es hermano adoptivo de los meteoros, que emulando a las rémoras se precipitan a su alrededor, respetando su propia atmósfera.
En ese lugar vive una persona, y ahora escucharemos su voz.