A un apacible monasterio, situado en un pequeño planeta artificial, llega Lauralyn, una técnico enviada para poner al día el cerebro electrónico de la Orden.
El Padre Tomás, desde el principio, queda obnubilado con ella. Lauralyn llevará a cabo un trabajo formidable y revolucionario, que podría cambiar para siempre ya no el monasterio, sino toda la faz de la Galaxia.
Este relato fue finalista del Premio Hugo de 1978. Pese a su relativa antigüedad ha envejecido sorprendentemente bien y sigue siendo de plena actualidad. Se presenta aquí, por primera vez en español, en una traducción esmerada a cargo de Rubene Guirauta, quien también prologa y comenta.