Lo llamaron el cataclismo. Un eufemismo de descreídos para no hablar de la ira de Dios, un término que salvaguardaba el orgullo herido de una civilización al tiempo que permitía sentirse menos responsable. No impidió que se tuvieran que replegar tras los muros de las metrópolis, urbes sin mesura que se alzaban como nuevas torres de Babel en páramos abandonados a la barbarie y la salvaje mano de la naturaleza. Tampoco que una nueva casta sacerdotal se instalase en sus alturas y tendiese sus tentáculos hasta los niveles inferiores.
Pero incluso la asfixiante cúpula de la metrópolis tiene sus fisuras, y por ellas emprenden el vuelo los aviadores: pilotos intrépidos capaces de servir de nexo entre el exterior e intramuros. Unos los consideran contrabandistas, otros meros mercenarios, piratas de las alturas o simples transportistas, pero incluso la curia recurre a ellos cuando se trata de obtener determinadas mercancías. Hay quien los conoce como los perros del aire.
El capitán Manana es ya un veterano piloto cuando el destino le reparte las cartas equivocadas. A partir de ese momento, se verá envuelto en una conspiración que puede poner en juego el destino de la propia metrópolis, una conjura frente a la cual sus mañas de perro viejo quizás no sean suficientes. Una última batalla que tal vez no merezca la pena luchar.
Bajo el título «La historia de Manana», este libro recoge «Hipótesis de un muerto en una metrópolis», folletín votado por los lectores de OcioJoven.com como mejor relato del año, junto a dos nuevos arcos argumentales: «Huesos que ondean en un mar agitado» y «Un tren serpentea sobre los huesos del infierno», con los que se cierran las andanzas de este entrañable perro del aire. En sus páginas, aberraciones de ultratumba, combates aéreos, enclaves perdidos en la jungla y aventura a raudales os esperan.