«En su mano, un pincel.
La pintura, su propia sangre.
Se sintió atemorizado; pintar significaba desangrarse, pero no podía dejar de hacerlo. Su obsesión anulaba toda voluntad de poder controlar sus actos.
Solo podía pintar y solo pintaba una cosa.
A ella».
Un relato sobre el peligro de cargar todo nuestro peso creativo en las musas.
No me negaré a una serie de historietas de la musa oscura con diferentes artistas, solo es una idea...