La mujer del granjero no le dejaba empollar sus huevos a la oca Paquita, porque como de todos es sabido, las ocas tienen muy poca paciencia y no saben empollar. Pero la oca Paquita estaba empeñada, así que decidió salir al campo a buscar un sitio donde poner sus huevos, y poder empollarlos ella misma.
Una tarde de primavera salió de la granja por el camino que conducía a la colina, y se encontró con alguien que le ofreció su casa para que pudiera empollar sus huevos, pero a lo mejor... no lo eligió muy bien. ¡ Escuchad este audiocuento, a ver que os parece a vosotros!