Llega la noche sobre las montañas. Avanza por el cielo con sigilo suave, apagando el sol, extendiéndose sobre los macizos rocosos donde prenden la retama y las encinas. Apenas me doy cuenta de que la tarde muere, cuando una sombra azul cobalto ha embrujado los caminos. No voy a permitir que el dolor torne a morderme la garganta y se ría de mi mala suerte, de mis pasos tristes, de mi gran desdicha.