La Gran Huelga de 1890 marcó el futuro de las minas de hierro de Vizcaya. Fueron días de orgullo, de minas vacías y de miles de hombres bajando por los montes, empeñados en parar las fábricas que menudeaban en la ría del Nervión. Estaban enrabietados porque venían sufriendo peor trato que los caballos. Años después, un viejo minero lo recuerda para que un amigo escriba un libro y nadie lo olvide.