El original de este libro apareció una mañana en el buzón de la editorial. Venía en sobre cerrado y a modo de rótulo se podía leer: «¡Qué se joda Monterroso!».
Es este un libro de cuentos brevísimos, irregulares, caóticos, sobre relaciones de pareja, en los que «Ni falta ni sobra palabra alguna, la narración está medida al milímetro» (Luis Eduardo Aute).
De la autora, Alejandra Díaz-Ortiz, hemos investigado que perdió la inocencia con Arturo Ripstein, que Luis Eduardo Aute la confundía con Anjelica Huston, que Joaquín Sabina le regaló una canción, que Jaime López le escribió un disco completo, que su primer beso se lo dio el ex-gobernador de la Ciudad de México, que conoció a Pavarotti en su camerino, que fue lavandera profesional y vendedora de calendarios de puerta en puerta. Y que se casó con un poeta. La última vez que la vieron se dice que regentaba un bar en un pequeño pueblo de la sierra segoviana, a la sombra de la Mujer Muerta. Su pista se pierde ahí.